?HACIA UNA CULTURA DEL ENCUENTRO?

 En el Evangelio de este domingo (Jn 13,31-35) el Señor nos presenta un mandamiento nuevo:


«ámense los unos a los otros, así como yo los he amado, ámense también ustedes… en esto

reconocerán que ustedes son mis discípulos» (Jn 13,34-35). Este pedido de Jesús sabemos que

es exigente y que es un componente esencial para vivir la condición de cristianos, a tal punto

que por la práctica de este mandamiento seremos reconocidos como discípulos de Jesús. Si

somos sinceros, ante este pedido tan claro que nos hace el Señor, tendríamos que

avergonzarnos, porque en nuestra sociedad, comunidades y familias a veces prevalece la

práctica del «ojo por ojo y diente por diente». Lo peor es que en muchos que se denominan

rápidamente cristianos, ni siquiera existe este cuestionamiento. Al contrario, lo normal como

tipo social es el circuito del daño, totalmente distanciado del perdón y la reconciliación. No

por casualidad en diversos documentos y mensajes reiteradamente se señala la necesidad de

acentuar una eclesiología y espiritualidad de comunión.

El Evangelio de este domingo nos señala categóricamente: «ámense los unos a los otros». Este

es el fundamento de una comunión que todos debemos tener en cuenta en nuestro camino de

discipulado. La realidad nos muestra que muchas veces la fe que tenemos como don, no llega

a impregnar situaciones de la vida diaria donde terminan dominándonos aspectos negativos

de nuestros afectos: enojos, celos, envidias, o cosas peores. Relaciones humanas que a veces

tenemos con seres queridos y cercanos, laborales o de otros tipos, que vivimos sin tener en

cuenta la exigencia del amor que nos propone el Evangelio. Cuando pasa esto, algunas

enseñanzas cristianas quedan en el olvido, como el perdonar de corazón, retomar el diálogo,

buscar amar a los enemigos, o bien, rezar por los que nos persiguen. Dichas enseñanzas son

una exigencia para que el cristiano viva su fe como discipulado. Es una exigencia

«crucificante» y liberadora. Cuando somos capaces de tomar una decisión de diálogo y perdón

rompemos el circuito del odio y la venganza con el arma del amor. La fe, que es un don de

Dios, madura en nuestra vida cotidiana cuando en algunas situaciones vividas o decisiones

que tenemos que tomar, asumimos el Evangelio del Señor.

Este llamado al diálogo y la comunión son indispensables en una época como la nuestra

donde las discordias y grietas se potencian en ámbitos sociales, políticos y económicos. A esta

tendencia cultural se suma una impensada guerra que mantiene en vilo a la comunidad

internacional y que ha causado y sigue causando terribles sufrimientos al pueblo ucraniano.

Debemos seguir rezando por esta situación y redoblar esfuerzos en los diversos ámbitos para

construir la paz. El diálogo y la comunión, si logran impregnarse en nuestro modo de vida,

irán fomentando la tan necesaria cultura del encuentro.

«La palabra “cultura” indica algo que ha penetrado en el pueblo, en sus convicciones más

entrañables y en su estilo de vida. Si hablamos de una “cultura” en el pueblo, eso es más que

una idea o una abstracción. Incluye las ganas, el entusiasmo y finalmente una forma de vivir

que caracteriza a ese conjunto humano. Entonces, hablar de “cultura del encuentro” significa

que como pueblo nos apasiona intentar encontrarnos, buscar puntos de contacto, tender

puentes, proyectar algo que incluya a todos. Esto se ha convertido en deseo y en estilo de vida.

El sujeto de esta cultura es el pueblo, no un sector de la sociedad que busca pacificar al resto

con recursos profesionales y mediáticos». (Papa Francisco, Fratelli tutti 216)

El testimonio de comunión y diálogo de los cristianos también es un servicio a nuestra

sociedad y cultura. en donde sobreabundan las ambiciones provocadas por la fama, el poder,

el dinero y la superficialidad… Esto lleva a la mezquindad, a buscar objetivos sin medir el

daño que se puede provocar para lograrlos. En este domingo estamos llamados por el

Evangelio que leemos al diálogo y a la cultura del encuentro. Sabemos que cuando

empezamos a asumir compromisos en el camino del amor a Dios y a los hermanos, generamos

un horizonte de esperanza.

 

Les envío un saludo cercano y ¡hasta el próximo domingo!

Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas

 

Actualidad - 00:01 15/05/2022