Las condiciones en las que trabajan los tareferos son infrahumanas

EL 80% DE LOS TRABAJADORES NO ESTÁ REGISTRADO

Los trabajadores no cuentan con baño, ni agua potable, ni alimentos y duermen sobre cartones o mantas en el suelo. Pernoctan bajo carpas armadas con lonas, que son atadas entre los árboles.


Campamento en el que pasan sus días los tareferos, mientras realizan la cosecha de yerba.

“No somos los más sucios, sino la mano de obra para que la gente del campo y la ciudad tomen mate”, comenzó su relato José Barboza (48), un tarefero que como muchos se crió en las plantaciones de yerba. Desde muy pequeño iba junto a su padre a tarefear. Hace unos años se instaló, con su esposa e hijos, en el barrio San Miguel de Oberá (un poblado donde habitan numerosos tareferos). La mayoría de los trabajadores que hoy se dedican a la cosecha son hijos de tareferos y desde niños acompañaron a sus padres al yerbal.

Barboza sólo  anhela que la sociedad sepa cómo es su trajinar y el de muchos otros obreros durante la temporada de cosecha de yerba mate. “Viene un capataz te ofrece tarefear, te alza en un camión, te lleva al yerbal y te tira debajo de una carpa. Nos quedamos allá, debajo de la carpa y sin vehículo. Si algo pasa y tenemos que sacar a la gente, no hay nada”, así describió el periplo que comienza los lunes, antes del amanecer, porque “cuando clarea el día ya estamos en el yerbal”. 

-¿Y los días de lluvia también trabajan? 

- Cuando llueve, el capataz quiere que nos pongamos a trabajar apenas pare un poquito la lluvia. 

-¿Va toda la familia al yerbal?

- Antes (se refiere a la cosecha del 2012) iba toda la familia. Ahora está prohibido. La mujer se queda en la casa, cuidando a los chicos para que vayan a la escuela, porque es obligatorio. No podemos sacarlos de la escuela ni llevarlos a cortar en los yerbales.

-¿Y para comer descansan un momento?

- Depende de cómo cargamos. A veces vamos a comer a la una o dos de la tarde. Descansamos un ratito y nos vamos de vuelta a tarefear. Para comer hacemos un guisito de carne, un reviro o una chipa, porque el patrón no nos da nada. Para comprar la mercadería nos lleva al mercado y después nos descuenta a fin de mes.

Marly Emke también es de Oberá y trabaja junto a su esposo. Tienen siete hijos, uno de ellos es discapacitado. Sale de madrugada de su casa para ir al yerbal, de donde regresa después de las 22:00. Se pasa todo el día en la plantación, donde no tiene las condiciones mínimas para asearse, cocinar o hacer sus necesidades.

-¿Tienen baño y agua en el yerbal?

- El baño es la capuera. Agua no hay tampoco, buscamos en el bañado o preparamos en nuestras casas un bidón y llevamos.

- ¿Qué comen al mediodía?

- Si llevamos de nuestras casas tenemos comida, sino hacemos lo que podemos, un reviro o una chipa.

Trabajar de sol a sol, incluso cuando llueve, con las manos como única herramienta, es el día a día de los tareferos durante la temporada de cosecha de la yerba mate. La jornada es extensa; sólo hacen una pausa para comer algo improvisado, que  cocinan sobre el fuego hecho en la tierra. Cuando tienen sed, beben agua que alguno pudo llevar en un bidón de plástico o bien, si tienen suerte, de una vertiente o arroyo que haya cerca del yerbal. Tampoco cuentan con un sanitario, para hacer sus necesidades fisiológicas o bañarse. 

Inspecciones de acá y de allá

“Las condiciones en las que encontramos a los tareferos no son dignas: campamentos armados con lonas plásticas, donde no hay agua potable ni letrinas, como tampoco un espacio cerrado para bañarse”, señaló Alicia Cabral, delegada en Misiones del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación.En las inspecciones se detectan las condiciones infrahumanas en las que trabajan los tareferos.

En las inspecciones han encontrado niños trabajando en los yerbales. Y, como es competencia de la provincia la situación laboral de los trabajadores, Trabajo de la Nación realiza la denuncia correspondiente ante juzgados provinciales. “En otras inspecciones hallamos trabajadores extranjeros indocumentados y elevamos las actuaciones a la Dirección de Migraciones. Acá hay un trabajo conjunto de diferentes organismos, con AFIP y Ministerio de Trabajo de la provincia”, agregó sobre los operativos realizados en los yerbales misioneros.

En las inspecciones, que realizan Trabajo de la provincia y la Nación, se relevan distintos dato como por ejemplo: los días y horarios de trabajo del obrero, fecha de ingreso, estado civil e hijos (por las cargas sociales), remuneración neta total, tarea que realiza y firma del trabajador (en el caso que no sepa escribir, pone una X o el pulgar). En el caso de Trabajo de la provincia, por medio del acta de inspección se solicita al empleador: libros de sueldos y jornales, nómina del personal asegurado, formularios AFIP 931 y comprobantes, claves de alta temprana, libreta de Fondo de Desempleo, libro Especial art.122/123 Ley 22.248 (del Trabajo Agrario), recibo de haberes art.124 Ley 22248, inscripción en el Registro de Prestadores Servicios de Cosecha de Yerba Mate (Ley IX N° 8) y libreta de Trabajo Agrario Ley 26.727.

Con estas documentaciones y las declaraciones que hacen los trabajadores es posible determinar en qué situación se encuentra el tarefero, si percibe lo establecido por ley, si está registrado y se le abonan las asignaciones familiares, por ejemplo. Según el ministro de Trabajo y Empleo de la provincia, Jorge Valenzuela, las condiciones laborales, varían según tengan campamento o no y porque hay más controles, no sólo de la provincia sino también de la AFIP. A partir de esto, comenzaron a cambiar la modalidad. Los contratistas empezaron a buscar gente de la zona y evitan los campamentos”.

En algunos casos – apuntó Valenzuela- han visto que los obreros toman agua estancada, totalmente insalubre; en otros, del mismo arroyo donde hacen sus necesidades. “Ni hablar de los lugares para pernoctar, en los que inspeccionamos no tenían las condiciones mínimas, tiraban un pedazo de plástico o cartón en el suelo y allí se acostaban. No es muy costoso, para un contratista, armar un catre de manera que el tarefero pueda estar sobre el nivel del suelo, por las alimañas”, sintetizó cómo eran los campamentos visitados.

También el Registro Nacional de Trabajadores y Empleadores Agrarios (RENATEA) confirmó que en la mayoría de las inspecciones realizadas, quince durante 2013, se hallaron: carpas que servían de refugio a los trabajadores, colchones en el piso donde dormían, comida en descomposición, sin acceso a agua ni electricidad, trabajadores sin ropa de trabajo y en los lugares no existían baño ni cocina.

Tampoco, se cumplía con las condiciones mínimas necesarias, establecidas por la Nueva Ley de Trabajo Agrario Nº 26.727 (conocida como Régimen del Trabajo Agrario, sancionada el 21 de diciembre de 2011), como las referidas a las viviendas. La resolución 11/2011, dictada en el marco de esa legislación, señala que las casas de los trabajadores en los campamentos rurales “deberán ser construidas con materiales que garanticen un adecuado estándar de confort y habitabilidad, condiciones de seguridad, higiene, abrigo, luz natural y artificial”.

Además, el titular de RENATEA Misiones, Ramón Enríquez, reveló que cuando inspeccionaron un campamento de tareferos en Wanda hallaron a una niña de 12 años abusada por los trabajadores. Durante el operativo, la jovencita se acercó a una de las trabajadoras de RENATEA y le pidió por favor: “podes sacarme de acá”. Ante esta situación, el organismo nacional presentó una denuncia en la comisaría más cercana, solicitó la asistencia de un psicólogo y trabajador social para asistir a la víctima. Después, los abogados de RENATEA presentaron una denuncia ante la justicia penal por abuso de menores.

Ante este panorama y con el fin de mejorar las condiciones laborales de los tareferos, el Departamento de Seguridad e Higiene del Ministerio de Trabajo de la provincia aseguró que adecuó las exigencias del Régimen del Trabajo Agrario para poder cumplimentarlas, al menos parcialmente, y crear condiciones dignas de trabajo para el tarefero. Por ejemplo, se propuso a los contratistas y productores armar catres para que los trabajadores no duerman en el suelo, construir casillas de madera y letrinas. Pero estas sugerencias no fueron tenidas en cuenta a la hora de armar un campamento en un yerbal.

A partir de esta iniciativa en algunos casos hubo avances importantes. “Se han hecho inspecciones en Andresito, donde hemos constatado gratamente que, cuando fuimos por segunda vez, los campamentos ya tenían condiciones dignas para los tareferos”, comentó el ministro de Trabajo de la provincia. Pero advirtió que “son los menos, son excepcionales. En realidad, la mayoría optó por cambiar la metodología, tratan de que no exista la necesidad de hacer campamentos”. 

Sin campamento

En los dos últimos años, contratistas y productores optaron por evitar el campamento en los yerbales, cambiando las estrategias de contratación del trabajador. El titular de la Unión de Agricultores de Misiones (UDAM), Eduardo Tuzinkievich, manifestó que “buscamos cuidar a la gente, entonces no permitimos que armen campamento. Algunos vienen en colectivos, combis y otros todavía en camiones hasta el yerbal muy temprano y regresan a sus hogares por la tarde”. De esta manera, desde su punto de vista, no tendrían problemas cuando AFIP o los ministerios de Trabajo (Nación y Provincia) realicen una inspección. Observó además que “en estos dos últimos años, en los que hubo accidentes de tránsito fatales con tareferos, la gente se asustó y ya casi no quiere viajar en camiones. Pasa que después la responsabilidad recae sobre el productor”. Para Tuzinkievich, “el tarefero merece más dignidad como persona, tiene que estar blanqueado, acceder a los servicios esenciales y obra social”.

Justamente, condiciones dignas en el lugar de trabajo es con lo que sueña María Rodríguez (42), quien también creció en el yerbal. “Soy tarefera, me crié de chiquita con mi papá, no tengo vergüenza de contar porque es la verdad. Siempre nos llevaba al yerbal, es nuestra ocupación. Con eso criamos nuestros hijos”, relató. “Mi mamá nos contaba que, cuando éramos bebe, papá nos llevaba al yerbal, donde hacía unas hamacas y nos ponía ahí. Nos daba la leche y cambiaba el pañal, después ellos se iban a tarefear", rememora. 

- Si hoy tuviera la posibilidad ¿cambiaría de ocupación?

- Yo pienso que no. Imagínese, desde bebé estar a la intemperie en la lluvia, al sol. Pero estoy agradecida a mis padres porque nos enseñaron a trabajar. Nos criaron sufrido y no pudimos ir a estudiar, pero estoy orgullosa de lo que hago.

La historia de María Angélica Britos es distinta. Ella es tarefera desde que se casó, pero no aclaró hace cuantos años contrajo matrimonio. Se inició en la actividad porque su esposo es tarefero desde la infancia. Aseguró que se acostumbró a la cosecha, organizó su tiempo para criar a los hijos y enviarlos a la escuela por el beneficio de la Asignación Universal por Hijo.

También vive en el barrio San Miguel de la ciudad de Oberá. La voz de María Angélica es potente y ronca, al escucharla da la sensación de que grita enojada. Es bronca y tristeza lo que expresa en su relato: “Pasamos frío, hambre, sed, a veces no hay agua entonces tomamos de los bañados. Es una vergüenza que estemos así”. Silencio por un momento. Entonces pregunto:

- ¿A qué hora comienza el trabajo del tarefero?

- A veces nos levantamos a las cuatro de la mañana. A las cinco, pasa el camión que nos lleva. Nos trae de vuelta a nuestras casas a las diez de la noche. Tenemos que llegar, bañarnos mal mal (se pasa rápido las manos sobre el cuerpo para mostrar cómo se higieniza), hacer algo para la cena si tenés para comer, sino acostarte a dormir. Al otro día, con migajas, te vas al yerbal. Si hay para comer se come, si no nada.

No fueron identificados

 “La situación de los tareferos ha sido marginal en toda la historia de la actividad yerbatera”, entiende el director del Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM) en representación del gobierno de Misiones, Ricardo Maciel. Admitió que “siempre se descansó en organismos nacionales para regularizar al peón rural, como por ejemplo a través de la ANSeS (Administración Nacional de Seguridad Social). El gremio de los tareferos es nacional, la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (UATRE)”. Reconoció que “nunca, desde la Provincia, se los tuvo identificados, como tampoco organizados como un sector que existe únicamente en esta región. No hay tareferos de la yerba mate en el resto del país. Incluso, muchos tareferos se desplazan de nuestra provincia hacia Corrientes durante la época de cosecha”.

Según Maciel, se analizó en el ámbito del gobierno provincial, cómo identificar a estos trabajadores, determinar dónde se encuentran y contar con información socio-demográfica. Para el funcionario, eran necesarios esos datos para avanzar en una delinear políticas de Estado que contemplen a ese grupo de trabajadores. Entonces, “cuando fui legislador –añadió– una de las primeras acciones fue crear por ley un registro de tareferos. No tomar como información vinculante si está formalizado o no. Sabemos que existe un alto porcentaje de informalidad, el registro debía reflejar al conjunto más allá de su relación laboral”. Así se sancionó la ley VIII –N° 57 de creación del Registro Único de Tareferos de la Provincia de Misiones, con el objetivo de contar con un registro actualizado como única base de datos de tareferos en la provincia, a fin de elaborar, desarrollar y destinar programas sociales. Pero hasta el momento, ese Registro no está vigente porque no se finalizó aún el censo de tareferos iniciado en 2.010. Solo unos pocos tienen tijera y guantes para cortar las ramas y hojas de yerba.

Una tijera y un serrucho

“No es fácil ser tarefero, a veces enfermo hay que ir a trabajar”, declaró Martín Piñeiro. Trata de convencerse de que “la situación del tarefero está cambiando, no es muy de golpe pero va yendo”. Antes que un incremento salarial, según expresó, desea una tijera y un serrucho para no cortar más con las manos las hojas de yerba.

-¿Con quién trabaja?

- Un patrón no puedo nombrar, porque siempre trabajé en negro. El patrón es medio difícil, el precio que ellos eligen es lo que pagan, pero no es lo que dice la ley.

La Comisión Nacional del Trabajo Agrario (CNTA) había establecido el jornal del tarefero en $434,07 (para abril de 2013) y en $465,64 (para julio de 2013) por cada tonelada de hoja verde entregada.

“En toda la provincia, los tareferos son explotados y no aparece ningún responsable”, se lamentó el presidente de la Asociación de Tareferos y Obreros Rurales de la Zona Centro, Roque Pereira. La mayoría trabaja a través de contratistas, “en muy malas condiciones”. Consideró que no es tan sencillo responsabilizar a una sola persona o grupo por la explotación de los tareferos, ya que “los patrones que aparecen son muy pocos, los que evaden siempre son los contratistas, se quedan con la parte del tarefero. Esa es la gran verdad”. 

Distribución de los ingresos económicos por kg de yerba

Fuente: INYM, marzo de 2014




Inercia y falta de control

En coincidencia con las demás voces, el secretario general de la delegación Oberá y miembro de la regional de la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (UATRE), Carmelo Rojas, subrayó: “La situación es la de siempre. En realidad no ha cambiado prácticamente nada. Siguen con los mismos padecimientos: malas condiciones de trabajo, no tienen agua, un lugar adecuado para dormir en los campamentos, ni baños. Y en noviembre falta de trabajo”.

Para Rojas, “las leyes no se cumplen por la inercia y falta de contralor de los organismos competentes. Por ejemplo, los denominados campamentos deben tener comida gratuita provista por el empleador. Sabemos que ocurre todo lo contrario: el contratista da mercadería para el campamento, que cobra con recargo de hasta el 100% a los trabajadores. Le debe proveer de ropa de trabajo pero no lo hace. También debe entregar herramientas de trabajo y llevarlo semanalmente a la casa para que no se rompa el vínculo entre el padre, su esposa y los hijos”.

Las condiciones en que trabaja el tarefero en la actualidad son similares a la del mensú del siglo pasado, son abandonados en los yerbales sin agua potable, ni alimentos, ni baños, como tampoco un sitio adecuado donde asearse y otro para dormir. Ni los numerosos organismos de contralor y las leyes, tanto provinciales como nacionales, son suficientes para eliminar el trabajo en negro y la explotación laboral del cosechero de yerba. Si las condiciones en que trabajan los tareferos no son las adecuadas, tampoco lo es el modo en que son trasladados a los yerbales. En la próxima entrega de esta investigación se abordará la forma en que llegan a las plantaciones.



Investigación periodística y redacción: Isabel Carrera




 

Actualidad - 15:30 28/09/2014